La instrucción fue escribir un artículo periodístico
sobre cualquier tema. Como siempre, dejé pasar el tiempo, murmurando cosas como
que eso era demasiado sencillo. Claro
que el artículo no era lo único que debía entregar, pero me interesaba causar
una buena impresión a mi maestro, escritor de profesión.Un día antes de la fecha de entrega me di cuenta de
que no era tan fácil como creí, ¿cómo decidir sobre qué escribir? Mi hoja
estaba en blanco, lo mismo que mi cabeza. Di vueltas por toda la casa, jugué
videojuegos, leí fragmentos de libros, esperando que de pronto me llegara la inspiración.
Eran cerca de las 12:00 am y no tenía nada. Decidí rendirme. Sabía que podía
escribir sobre cualquier cosa con tal de cumplir, pero sabía que sea lo que sea
que escribiera, sería hecho a la mala, y en cuanto a las cosas que me importan,
soy un poco perfeccionista. Entonces miré aquella playera autografiada por la banda
de rock preferida de mi amiga (que dormía en la parte de arriba de la litera) y
recordé algo. Y comencé. Esto fue lo que entregué a mi maestro, y por lo que obtuve
una buena nota.
Siempre me ha gustado mucho viajar, mirar por la ventana y apreciar el horizonte. Fue así como las vi. En cuanto pude pregunté a las personas su nombre y nadie supo responderme. Y me sentí triste, no sé si su desinterés se debía a la costumbre de verlas todos los días o es que definitivamente la gente no sabe apreciar la naturaleza que les rodea; pero algunos intentos más tarde lo supe: jacarandas.
Después del invierno, largo o corto, gris o soleado, llega la primavera con su explosión de aromas y de colores. Es el tiempo de disfrutar desde las florecillas silvestres hasta los vistosos árboles que adornan las calles y avenidas. Uno de estos grandes árboles es la jacaranda, que destaca por sus flores de color violeta o morado-azul, en forma de trompetitas, y ofrece su alegría en esta época del año. Su floración inicia entre marzo y abril, y puede durar con su singular colorido hasta el verano. siempre atrayendo a los inquietos colibríes y a las alegres mariposas.
Siempre me ha gustado mucho viajar, mirar por la ventana y apreciar el horizonte. Fue así como las vi. En cuanto pude pregunté a las personas su nombre y nadie supo responderme. Y me sentí triste, no sé si su desinterés se debía a la costumbre de verlas todos los días o es que definitivamente la gente no sabe apreciar la naturaleza que les rodea; pero algunos intentos más tarde lo supe: jacarandas.
Después del invierno, largo o corto, gris o soleado, llega la primavera con su explosión de aromas y de colores. Es el tiempo de disfrutar desde las florecillas silvestres hasta los vistosos árboles que adornan las calles y avenidas. Uno de estos grandes árboles es la jacaranda, que destaca por sus flores de color violeta o morado-azul, en forma de trompetitas, y ofrece su alegría en esta época del año. Su floración inicia entre marzo y abril, y puede durar con su singular colorido hasta el verano. siempre atrayendo a los inquietos colibríes y a las alegres mariposas.
Aquella vez llegué a la ciudad de México y quedé
perdidamente enamorada de su belleza desde que las vislumbre a lo lejos. Mi autobús
se adentraba a la ciudad y ellas estaban ahí, abanicando un hola, murmurando al
mismo tiempo un adiós. Tan altas y fuertes, con sus hojas de confeti y sus
flores de color lila lloviendo sobre el suelo, formando una especie de alfombra
en banquetas y calles. Esa misma tarde, mientras caminaba hacia el hotel en
el que me hospedaba, un completo desconocido me contó la leyenda de la
jacaranda. De acuerdo con ella, se debe pedir un deseo al pasar por debajo del
árbol; si una de sus flores cae sobre la cabeza, el deseo se hará realidad. La
historia me pareció totalmente fantasiosa, pero al mismo tiempo tenía
curiosidad sobre una cosa: ¿en algún momento, en mi corta estadía en aquella
ciudad, me había caído una flor de jacaranda en la cabeza?
A partir de entonces anhelé tener una cerca de mi
hogar. No para usar sus flores como instrumento mágico para cumplir mis deseos,
no. Yo quiero una enorme jacaranda en el patio de mi casa, cerca de mi ventana,
que alegre mis ojos al despertar cada mañana y coloree mis días, así como
coloreaba allí el gris monótono y aburrido de los edificios. Una jacaranda para
pasar el tiempo barriendo sus suaves flores o leyendo bajo su sombra.
Cabe decir una última cosa, en el supuesto caso de que
a alguien le haya caído una flor de jacarando sobre la cabeza: la leyenda prohíbe contarles a los demás tus
deseos; éstos sólo nos pertenecen a nosotros mismo, y al árbol, por supuesto.