Estaba loca, joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? (Elvira Sastre)

Nov 30, 2013

Las jacarandas y yo.

La instrucción fue escribir un artículo periodístico sobre cualquier tema. Como siempre, dejé pasar el tiempo, murmurando cosas como que eso era demasiado sencillo. Claro que el artículo no era lo único que debía entregar, pero me interesaba causar una buena impresión a mi maestro, escritor de profesión.Un día antes de la fecha de entrega me di cuenta de que no era tan fácil como creí, ¿cómo decidir sobre qué escribir? Mi hoja estaba en blanco, lo mismo que mi cabeza. Di vueltas por toda la casa, jugué videojuegos, leí fragmentos de libros, esperando que de pronto me llegara la inspiración. Eran cerca de las 12:00 am y no tenía nada. Decidí rendirme. Sabía que podía escribir sobre cualquier cosa con tal de cumplir, pero sabía que sea lo que sea que escribiera, sería hecho a la mala, y en cuanto a las cosas que me importan, soy un poco perfeccionista. Entonces miré aquella playera autografiada por la banda de rock preferida de mi amiga (que dormía en la parte de arriba de la litera) y recordé algo. Y comencé. Esto fue lo que entregué a mi maestro, y por lo que obtuve una buena nota.


Siempre me ha gustado mucho viajar, mirar por la ventana y apreciar el horizonte. Fue así como las vi. En cuanto pude pregunté a las personas su nombre y nadie supo responderme. Y me sentí triste, no sé si su desinterés se debía a la costumbre de verlas todos los días o es que definitivamente la gente no sabe apreciar la naturaleza que les rodea; pero algunos intentos más tarde lo supe: jacarandas.
Después del invierno, largo o corto, gris o soleado, llega la primavera con su explosión de aromas y de colores. Es el tiempo de disfrutar desde las florecillas silvestres hasta los vistosos árboles que adornan las calles y avenidas. Uno de estos grandes árboles es la jacaranda, que destaca por sus flores de color violeta o morado-azul, en forma de trompetitas, y ofrece su alegría en esta época del año. Su floración inicia entre marzo y abril, y puede durar con su singular colorido hasta el verano. siempre atrayendo a los inquietos colibríes y a las alegres mariposas.
Aquella vez llegué a la ciudad de México y quedé perdidamente enamorada de su belleza desde que las vislumbre a lo lejos. Mi autobús se adentraba a la ciudad y ellas estaban ahí, abanicando un hola, murmurando al mismo tiempo un adiós. Tan altas y fuertes, con sus hojas de confeti y sus flores de color lila lloviendo sobre el suelo, formando una especie de alfombra en banquetas y calles. Esa misma tarde, mientras caminaba hacia el hotel en el que me hospedaba, un completo desconocido me contó la leyenda de la jacaranda. De acuerdo con ella, se debe pedir un deseo al pasar por debajo del árbol; si una de sus flores cae sobre la cabeza, el deseo se hará realidad. La historia me pareció totalmente fantasiosa, pero al mismo tiempo tenía curiosidad sobre una cosa: ¿en algún momento, en mi corta estadía en aquella ciudad, me había caído una flor de jacaranda en la cabeza?
A partir de entonces anhelé tener una cerca de mi hogar. No para usar sus flores como instrumento mágico para cumplir mis deseos, no. Yo quiero una enorme jacaranda en el patio de mi casa, cerca de mi ventana, que alegre mis ojos al despertar cada mañana y coloree mis días, así como coloreaba allí el gris monótono y aburrido de los edificios. Una jacaranda para pasar el tiempo barriendo sus suaves flores o leyendo bajo su sombra.
Cabe decir una última cosa, en el supuesto caso de que a alguien le haya caído una flor de jacarando sobre la cabeza: la leyenda prohíbe contarles a los demás tus deseos; éstos sólo nos pertenecen a nosotros mismo, y al árbol, por supuesto.

Nov 29, 2013

Recuerda, Noviembre.

No está lloviendo, esperaba que la lluvia fuera tu forma de decirme adiós. Hace frío, allá afuera sopla el viento, agita los árboles, los despoja de sus hojas. Decido salir a apreciar tanta belleza gris, pero mamá me regaña, dice que me voy a pescar un resfriado.
Entro a casa, sólo para evitarle un disgusto mayor, pero enseguida percibo que afuera es el mejor lugar para mí. A pesar del clima, allá en las calles, lejos de estas cuatro paredes, todo está en calma. Aquí, bajo este techo, dentro de mí, todo es inestable. Mi corazón está encogido, asustado. Siempre me digo a mí misma que pronto olvidaré, que debo dejárselo al tiempo, pero a la vez me da miedo perder mi tiempo y no lograr nada. Da igual. Ahora sólo quiero distraerme.
Enciendo la televisión, busco desesperadamente algo, lo que sea. Por suerte eres el “mes de películas” de ese canal que acostumbro ver así que me quedo ahí. Vaya sorpresa, es una película triste, sobre la muerte.
El celular no ha dejado de sonar desde ya varios minutos, pero no puedo levantarme. Me he derrumbado completamente, han empezado a surgir las lágrimas.
Adiós, Noviembre. Este año no te escribí prácticamente nada. No pienses que te odio, aunque me hayas regalado muchas malas experiencias, aunque me hayas quitado a mi abuelo y a mi mejor amiga, aunque me duelas, aunque provoques que pase la mayor parte de tus treinta días tirada en cama comiendo chocolate, me encantas. Me encanta cada rincón de ti.