Entonces, supongo
que así es como sucede conforme vamos creciendo. Conoces a nuevas personas,
pasas tiempo con ellas, se vuelven parte de tu vida, y de pronto, ya no te gusta estar sin ellas. Prefieres pasar el
tiempo con estos nuevos, los que no te dejan sola ni una hora libre entre
clases, los que te hacen reír hasta que duele el estómago, los que te hacen
feliz. Y las viejas amistades, las que conocías de tiempo atrás, pierden
puntos. Pero claro, eso no significa que has dejado de quererles. Para nada. Es
sólo que la vida ha cambiado y con ella tus intereses. A ti dejo de gustarte
hablar de las cosas que hablabas con ellos, dejo de gustarte convivir con ellos,
conociste una nueva diversión y quieres permanecer en ella. Es perfectamente
comprensible.
Entonces, supongo
que así está sucediendo. El tiempo que pasaba contigo comenzó a perder el
encanto. Incluso, a veces llego a irritarme con tu presencia, no porque hayas cambiado, siempre
has sido tú, pero ahora dejaron de gustarme varias cosas. Quizás suene
tan desgraciado, pero no lo es. Además, estoy segura que te pasa lo mismo, tú
también has comenzado a sentirlo: te gusta más estar con tus nuevos amigos que
conmigo. Para mí no es novedad, toda mi vida lo he sentido: he sentido cómo soy
desplazada (aclaro, desplazada, no reemplazada) porque conocen a alguien más que
los complementa, así que, por mi parte, no hay de qué preocuparse, sé manejarlo
muy bien, sólo espero que tú también.
Yo siempre he
seguido ahí, aunque ya no forme parte de tú círculo o del de alguien más, sigo
ahí, y seguiré ahí mientras pueda, ¿y sabes por qué? Porque eso hacen los
amigos. Los verdaderos amigos, esos que duran para toda la vida. Y yo estoy
dispuesta a serlo, porque de no ser así, hacía mucho tiempo que me habría ido
de tu vida.
¿Tú harás lo mismo? ¿Te quedarás?
¿Tú harás lo mismo? ¿Te quedarás?