Me siento a tu lado en el
salón y cuando empieza la clase te miro por el rabillo del ojo.
Y escucho cómo susurras
las respuestas a las preguntas del profesor, ese "sí" con sonrisa
cuando aciertas, ese "rayos" cuando no.
Pones toda tu atención,
escribes en tu libreta dictándote a ti mismo en voz baja para ordenar tus
ideas, con esa letra pequeña que tanto conozco y que me contradices cada que te
digo lo bonita que es.
Afirmas con la cabeza,
levantas las cejas sorprendido y me volteas a ver feliz y dices "no sabía
eso". Y yo te sonrío porque me
encantas. Y tú me sonríes porque lo sabes, pero no nos decimos nada.
Y fijas tu vista al
pizarrón de nuevo, y yo te sigo viendo durante el resto de la hora. Y de repente
me encuentro pensando en la suerte que tuve de haberte conocido, y de repente
ya no sé de qué hablan todos. Y echo un vistazo a tus notas tratando de
adivinar, me da vergüenza preguntarte, no quiero que sepas que me he perdido.
Mantengo el curso de
nuevo, pero te miro y se repite todo.
Al terminar la clase me
cuentas que empezaste a divagar cuando el maestro hablaba sobre tal cosa, y te
perdiste también. Y yo me río. Y me pregunto si acaso yo te generaré cierta
distracción. Y me pregunto cómo irá a terminar esto, tú tan distraído, y yo tan
no puedo concentrarme si te tengo cerca. Aunque tú no lo sepas.
Pero qué más da. Qué bonito
despertarse cada mañana sabiendo que te voy a ver.
Qué
bonito es el optimismo, joder.