Dicen que si cierras
los ojos y soplas un diente de león mientras pides un deseo, se cumple. Claro
que eso suena totalmente fantasioso y solo las niñas pequeñas podrían creerlo,
pero volver a la infancia tan solo por un momento e intentarlo, no cuesta nada.
Caminaba de
regreso a casa con demasiados sentimientos encontrados por tanta aparente infelicidad y corazones rotos, cuando lo vi: un diente de
león entre tantas flores coloridas. Un
diente de león.
Me invadía
principalmente un sentimiento de impotencia. Acababa de verle en un estado completamente aterrador, sentado ahí, solo, sin esa sonrisa tan suya. Le he conocido perfectamente para saber que algo malo había pasado en su vida, y la impotencia era
por eso, porque aunque esté dejando de quererle, aún me importa,
y quiero que sea feliz. Y sería maravilloso que yo aún pudiese brindarle un poco de
esa felicidad, pero ya no más, si sonríe y es
feliz, con eso me conformo. Pero, ¿y si no? ¿Cómo puedo estar yo tranquila
al ver que no se encuentra bien?
Sé que probablemente ya no sea de mi incumbencia. Que cada quien su vida, que debería dejar de preocuparme por los demás y enfocarme en mí misma, pero no puedo. No es algo que yo pueda controlar. Su infelicidad, por más que yo lo intente, no consigue pasarme desapercibida.
Sé que probablemente ya no sea de mi incumbencia. Que cada quien su vida, que debería dejar de preocuparme por los demás y enfocarme en mí misma, pero no puedo. No es algo que yo pueda controlar. Su infelicidad, por más que yo lo intente, no consigue pasarme desapercibida.
Por eso, al ver
aquel diente de león no lo pensé dos veces: lo tomé entre mis manos, me puse en
dirección hacia el escaso viento, y soplé. ¿Que qué pedí? Me gustaría poder contárselos,
pero si lo hiciera no se cumpliría. Sólo les diré que no, no pedí que él volviera ni que fuera más fácil sobrellevar los recuerdos, nada de eso, mi deseo no tiene
nada que ver conmigo, ni con mi vida, porque a mí me basta con que él sonría.
Y por eso, me armé de valor, me tragué mi orgullo, y decidí escribirle. Inicié una conversación casual; pregunté por su vida, pregunté inclusopor su novia (en serio), me mostré feliz de que su relación marche bien y le brindé mi apoyo en cuanto a sus problemas, y puedo jurar que sentí cómo su semblante cambió.
Claro que al final la afectada fui yo, débil, sangrando en la herida, presenciando cómo ya me ha reemplazado por completo sólo para tratar de hacerlo fuerte a él.
Quizás sea tonta, quizás no, no me importa, porque aún creo que si él sonríe le hace un favor al mundo… y a mí. Y en serio, a pesar de todo, quiero que siga siendo así.
Y por eso, me armé de valor, me tragué mi orgullo, y decidí escribirle. Inicié una conversación casual; pregunté por su vida, pregunté incluso
Claro que al final la afectada fui yo, débil, sangrando en la herida, presenciando cómo ya me ha reemplazado por completo sólo para tratar de hacerlo fuerte a él.
Quizás sea tonta, quizás no, no me importa, porque aún creo que si él sonríe le hace un favor al mundo… y a mí. Y en serio, a pesar de todo, quiero que siga siendo así.