Conocí a un hombre y desde
que estoy con él me siento segura. Completa.
Me toma de la mano al
cruzar la calle. Me despierta con un mensaje de buenos días, cómo dormiste. Me
pregunta a todas horas si ya comí, si ya hice mis tareas, si puede ayudarme en
algo. Me mira con sus brillantes y dormilones ojos negros de una manera hipnotizante
y me susurra un “¿por qué eres tan bonita?” y me besa a media sonrisa. Y a mí
me aletea el colibrí en el pecho.
Me toma de la mano al
cruzar la calle. Me dice que no llegue tarde a casa. Se preocupa por mis horas
de comida. Me despierta con mensajes bonitos. Me cuida. Me busca. Me encuentra.
Me mira de lejos con sus bonitos y dormilones ojos negros que no me canso de
describir, y me sonríe, y aprieta los labios y me besa. Y me cuenta cómo estuvo
su día. Y se interesa por el mío. Y hace chistes por todo. Y reímos mucho. Y justo
ahí somos muy felices.
Conocí a un hombre y desde
que estoy con él me siento segura.
Y desde que se fue algo me falta, y duele,
duele aquí donde la gente dice que tenemos el corazón.
Quiero que vuelva. Quiero
que se quede (conmigo).