Estaba loca, joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? (Elvira Sastre)

Apr 28, 2012


Y veo la Luna. Y veo las estrellas. 
Pero comparado con tus ojos 
nada brilla tanto...

Apr 25, 2012

El dolor es inevitable

Me gustaría decir que este es el último dolor que me causas y que estas son las últimas palabras que yo te escribo, pero eso sería una gran mentira. Puedo controlar de vez en cuando mis ganas de escribirte, pero tarde o temprano, lo sé perfectamente, terminaré cediendo y te dedicaré uno que otro verso cuando me sonrías, cuando me saludes o simplemente cuando te cruces en mi camino. Pero ¿y el dolor? ¿Qué hay del dolor que me haces sentir al saber que soy invisible ante tus ojos e insignificante para tu corazón? El dolor es inevitable… no hay nada que yo pueda hacer contra eso.

Apr 20, 2012

Y cuando ella se fue...

Hace poco más de ocho meses que ella se fue a otra escuela, que vive en otro lugar.
Al principio, lo acepto, me molesté con ella porque nunca me dijo nada; porque se fue, así de la nada, sin despedirse… Pero después lo pensé bien y comencé a creer que tal vez no dijo nada porque no quería eso, no quería despedirse. Y es que, la verdad, sé que, probablemente, yo habría hecho lo mismo.
Las cosas cambiaron cuando se fue, y no lo asimile en mucho tiempo. El primer día de clases fue cuando me enteré de que se había ido, y no quise creerlo. No sabía cómo sobreviviría sin ella. Me había acostumbrado tanto a tenerla cerca que no sabía cómo le haría para acostumbrarme a la idea de que ya no estaba en mi vida.
El segundo día, cuando me desperté, tenía la esperanza de que al llegar a la escuela la vería. Tenía le tonta esperanza de que ella iba a estar ahí, con su peculiar pelo negro, negro como el petróleo, cubriéndole totalmente las orejas. Tenía la tonta esperanza de que todo fuera un mal entendido, que no era verdad que se había ido… que estaría ahí como siempre.
Pero no, ella no estaba.
“Sólo quiero hacerte saber, amiga estés donde estés que si te falta el aliento yo te lo daré, si te sientes sola, háblame, que te estaré escuchando aunque no te pueda ver…”
Esa canción me recuerda mucho a ella. Ese día la escuché más de diez mil veces en la escuela con mi celular, y aunque me ponía triste, la repetí y la repetí y la repetí… y en una de esas me dieron ganas de llorar, pero me aguanté. No podía llorar. No podía llorar, de la noche a la mañana, en otro hombro que no fuera el suyo.

Apr 17, 2012

Cuando le echo de menos...

Extraño cosas como verle de lunes a viernes de 7 de la mañana a 2 de la tarde. Cosas como sentir esa facilidad para hablar de lo que me pasa. Cosas como tener la certeza de que, pase lo que pase, siempre tendría un hombro sobre el cual llorar.
Ella me conocía perfectamente, no necesitaba preguntarme cómo estaba porque sabía cuándo es que me encontraba feliz y cuándo estaba a punto de caerme de rodillas a pesar de que yo lo disimulaba tan bien. Ella me aconsejaba sólo lo que sabía que yo podía hacer. Ella era la única persona con la que disfrutaba mojarme bajo la lluvia, porque no lo hacía sólo por acompañarme, lo hacía porque también amaba hacerlo. Ella era la única persona que me decía las cosas como son, sin adornos para disfrazarlas.
En días como hoy, cuando la lluvia cae por mi ventana y me invita a empaparme de ella, es cuando más la extraño, porque la recuerdo, recuerdo cómo solíamos saltar sobre los charcos y sonreír. Recuerdo muchas cosas; echo de menos muchas cosas… porque ella era realmente una hermana para mí. Una hermana con la que quizás no convivía mucho, pero que siempre estaba ahí para mí. Siempre.

Apr 15, 2012

Todo siempre tiene un final

Me gustaría contarte cómo fue que comenzó todo.
Sabía tu nombre y te había visto en ciertas ocasiones, pero no recuerdo haberte dirigido la palabra alguna vez. Sabía quién eras, pero no te conocía, y lo cierto es que no tenía ningún interés en conocerte.
Pero entonces, un día, sonreíste por un comentario estúpido que le hice a un amigo y provocaste en mi interior algo que hacía ya un tiempo que no experimentaba. Vi por primera vez esa sonrisa resplandeciente que se escondía detrás de tus labios y se me aceleró el pulso y me atonté.
Nunca he creído en el amor a primera vista, pero cuando vi tu sonrisa y vi en serio, detalladamente, lo desaliñado de tu pelo, la palidez de tu piel y lo hipnotizador de tu mirada, sentí algo… y ya no pude parar. Ya no pude dejar de querer mirarte, de cruzarme en tu camino, de apreciar tu sonrisa y de formar parte de tu vida.
Me pesa admitirlo, pero enamorarme de ti fue demasiado fácil. Tan fácil que no te costó nada lograrlo, la realidad es que tú ni siquiera te diste cuenta.
Pero la culpa de todo la tuve yo. Por creer que tus constante saludos con la mano y tus sonrisas amables significaban algo más que sólo gestos cordiales. Fui yo la que te convertí en aquella motivación para levantarme cada mañana y asistir a la escuela. Fui yo la que inventé historias en mi cabeza y me aficione demasiado por tu simpatía y tu timidez.
Pero sabes, fue bonito mientras duró. Fue bonito volver a sonreír por una sonrisa y emocionarse por una posible mirada… y fue bonito haber creído que existía la posibilidad de que pudieras llegar a quererme de esa manera en que yo comenzaba a hacerlo contigo.
Fueron ciento cuarenta y siete días los que fuiste el dueño de mis pensamientos y el causante de la mayor parte de mis desánimos, porque después de eso, me cansé de quererte y me propuse dejar de sentir todo eso.
No fue sencillo, sobre todo porque asistes a la misma escuela y aunque trataba de evitar que te cruzaras en mi camino, de alguna u otra manera, aparecías. Pero hoy, me satisface contarte que todo aquello que comenzó con tu sonrisa y que estúpidamente yo misma lo hice más grande sin fundamentos algunos, ya no existe más. Es agradable verte y no sentir los nervios de siempre ni escuchar cómo retumba de loco el corazón. Es agradable verte y no sentir nada, absolutamente nada.