Estaba loca, joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? (Elvira Sastre)

May 9, 2013

Mi niña de los abrazos

Así que la pequeña me vio desde lo lejos, gritó mi nombre y comenzó a correr hacía mí. Me percaté enseguida de su grito y la miré sonriente. Me puse de rodillas en el suelo y extendí los brazos esperándola. No recordaba hace cuánto que no nos veíamos, pero la echaba mucho de menos. Mi corazón palpitaba cada vez más a medida que ella se acercaba, y así estuve, mirándole correr en mi dirección sin poder contener la enorme sonrisa en su rostro. Imaginé su cabello envolviendo mi cara, su pequeño y delgado cuerpecito que la hacía parecer tan frágil… pero ella no llegó nunca a mis brazos. En el camino, tropezó con una piedra y cayó al suelo. Mi alegría se transformó inmediatamente en terror. Comenzó a lanzar gritos de dolor, y me quedé petrificada por unos segundos. Reaccioné en cuanto la imagen de su madre consolándola en sus brazos llegó a mi cerebro. Me levanté veloz y corrí a su encuentro. Acaricié su cabeza, pero solo provoqué que su llanto se hiciera más fuerte. Me sentía del carajo. Lo único que yo quería era abrazarla, cargarla y dar vueltas y vueltas, pero mi estúpida idea sólo había causado lastimarla.
Su madre se alejó con ella para limpiarla y curarle los raspones de los brazos y rodillas. Sé que quizás debí acompañarla, pero tenía el corazón partido en mil pedazos, y sentía una enorme vergüenza de mirarla a la cara. Lo mejor era alejarme, y regresar en otro momento, cuando la niña hubiera olvidado todo y me dejara tomarla entre mis brazos, como estaba deseando desde hace tanto tiempo.

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