Estaba loca, joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? (Elvira Sastre)

Oct 17, 2012

Lo que una rosa puede hacer


En la escuela me cruzaba muchas veces con aquél chico. No nos hablábamos, no nos saludábamos, es más, creo que ni siquiera nos volteábamos a ver. Yo no lo hacía porque tenía la idea de que él tenía que acercarme a mí, se supone que yo le gustaba, así que para mí eso era una razón suficiente para que él fuera quien tomara la iniciativa, claro, si es que eso era lo que quería.
Nadie en casa se dio cuenta de los chocolates, en primera porque sólo eran tres los que habían sobrevivido en la escuela y en segunda porque me los acabé rápido. De la rosa si no estoy segura, al menos con mi hermano, porque aunque no la haya mencionado en ningún momento, él no era tonto, y aún por más despistado que fuera, no pudo no haberla visto. ¿Cómo no verla? Era hermosa, roja, brillante. Era una de esas rosas que desearías que jamás se marchitara. Siempre había preferido las rosas blancas, pero no podía negarme a la belleza de esta. Por eso, lo que hacía era apreciarla a cada rato, cada que podía. Cuando estaba en mi habitación la observaba fijamente y siempre me acordaba de ese chico. Y bueno, creo que el objetivo de aquella flor se había logrado, pensaba en él, no de la manera en que parece que él deseaba, pero pensaba en él, así nada más, como un pequeño recuerdo, un pequeño recuerdo que ahora sé, sólo fue el principio de la historia…

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