Siempre se había reservado todo, siempre
ocultó sus sentimientos. Nunca había intentado nada, y no porque no quisiera
haberlo intentado, no sabía cómo. Es demasiado tímida y a la vez tonta en ese
asunto. Y no es de esa clase de chicas que conquistan a los chicos, de esa
clase de chicas que dicen “él me gusta”
y consiguen que se fijen en ellas.
Pero ahora muchos la llaman valiente,
pero ella no lo considera así. ¿Valiente? Por supuesto que no. Valiente sería si le hubiera confesado desde
el principio lo que sentía. Valiente sería si se hubiera puesto a trabajar para
acercársele y conseguir ser su amiga. Valiente sería si hubiera luchado en vez
de pasarse la vida escribiendo historias inspiradas en él. Es cierto, había
decidido cometer una última locura, pero eso no le quitaba lo cobarde y tonta
que había sido.
Y ahora ahí estaba. Recostada en la cama,
imaginándose lo que pasaría justo en el momento en que él tomara el cuadernillo
entre sus manos. Pensó en que lo más conveniente para ella sería salir
corriendo inmediatamente, pero se conocía perfectamente y sabía que las piernas
no le responderían, así que estaba obligada en formular las palabras correctas
que debía decir.
–Yo sé que cuando lo lea todo, va a
quedar enamorado de ti –le había dicho alguien.
Pero ella sabía que era muy estúpido
creerlo siquiera un poco. Ya no albergaban ilusiones ni esperanzas en su
corazón de que algún día aquél chico se fijara en ella. Si iba a mostrarle
todos los textos que alguna vez le había escrito, era con la única intención de
que él supiera cuán especial era para ella. Nada más.
Ella no era valiente, si hacía lo que
hacía es porque a esas alturas de su vida, ya
no tenía nada que perder…
Y además, si jamás de los jamases “pasaría algo”, ¿por qué mortificarse
más? ¿por qué sentirse triste o desanimada? Lo mejor era cerrar ese círculo,
dejar de verle, de una vez por todas, de esa manera en que le veía. Él era un
chico agradable, claro, pero había llegado a un punto en el que ser sólo su
amiga se había vuelto suficiente para ella, y eso es lo único en lo que pensaba
ahora. Y entonces, antes de que todo ese sentimiento del que siempre hablaba
terminara por completo, ¿por qué no hacer una última locura?
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