Me gustaría que alguien
me quisiera como él la quiere a ella.
Hace poco que lo conozco, es cierto, pero eso sale
sobrando y pareciera que no es como es. Yo le creo.
Comenzó a hablarme de ella sin jamás decir su
nombre. Y jamás pregunté porque me advirtió que no quería que nadie supiera.
Pero no sé, intuición de mujer, tal vez, pero yo supe enseguida quién era la
chica que ocupaba su corazón. Y entonces, como tenía un secreto que guardar y
sabía que él confiaba en mí, yo comencé a confiar en él. Y aún confío.
Él sabe lo que pasa en mi corazón, pero no conoce al
causante de todo eso. Y aprecio que no me lo pregunte, aprecio que me escuche
sin tener idea de quién estoy hablando y no insista en saberlo.
Él hizo que no me sintiera estúpida con ese tipo de
cosas. Saber que alguien además de mí puede sentir cosas así, tan fuertes, me
hizo sentir que no estoy sola.
–¿Alguna vez pasaste
por la etapa de “temblar”? –le pregunté.
Siempre recurro a él. Admiro la manera en que puede
controlar sus sentimientos. Ademiro su valor, su fuerza, y cada cosa que me
aconseja.
–¿Temblar?
–Sí, temblar cuando
ella está cerca…
Lo pensó un poco, y al fin me respondió:
–No, nunca he sido
inseguro.
Torcí la boca y decidí confesarle mi vergonzoso
secreto.
–Es que llevo un tiempo
temblando cada vez que le tengo cerca…
–A mí me gustaría que
una chica temblara por estar cerca de mí. Eso
sería muy lindo.
Sonreí.
Desde que los temblores comenzaron a hacerse
costumbre me enfadé, ¿a quién carajos le pasa semejante cosa? Siempre me
consideré una idiota, una estúpida romántica. Pero con lo que él dijo, todo se
me olvidó. Me sentí especial. Me sentí “¡Guau!”.
–Deberías hablarle y
dejar que vea que tiemblas por él, tal vez le guste.
Y otra vez me sentí “¡Guau!”.
Me gustaría que alguien
me quisiera como él la quiere a ella… no, no, no, lo de él
ya no es un simple querer. Es algo más. Algo mucho más grande.
Yo creo en todo lo que me dice. Yo sé que sus
sentimientos hacia ella son verdaderos, con la más pura intención que pueda
existir. Él no es perfecto, en realidad nadie lo es, pero es el indicado para
ella, yo lo sé. Y ella, ni se diga.
Yo no decido esas cosas, pero si en mí estuviera,
estarían juntos. Porque a ambos les quiero y quiero que sean felices… y seré
necia, pero sé que juntos lo serían.
Yo sé que no es fácil, nunca ha sido fácil. Siempre
lo he dicho: nada es color de rosa.
Pero desearía ser tan afortunada como ella, que alguien sintiera ese tipo de
cosas por mí. Desearía que ella le correspondiera.
Lo de él siempre ha sido amor, y sé que nunca ha
querido dejar de sentir lo que siente por ella; incluso aunque duele, sé que él
ama amarle como le ama.
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