Estaba loca, joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella? (Elvira Sastre)

May 17, 2012

Malditas oportunidades perdidas

Ahí estábamos todos, sentados en círculo casi en medio de la nada, con una botella en el centro como entretenimiento. Sí, tarde o temprano sucedió. La botella giró y giró, y me apuntó a mí. Y le apuntó a ella. Y por desgracia para mí, yo era quien tenía la palabra. ¿Qué debía preguntarle? Sabía tantas cosas de ella pero desde hace un tiempo ya no sabía absolutamente nada. ¿Qué podía decirle si no conocía nada de esa chica que es ahora y que un día fue mi amiga, de esas que se dicen amigas?
Ahí estábamos las dos, en uno de esos momentos en el que de pronto nadie tiene nada que decir, en el que todos deciden mantenerse callados observando y esperando que alguien, en este caso yo, articule alguna palabra.
Ahí estaba yo. Estúpidamente callada, fingiendo con gestos que rebuscaba en mi cabeza algo que decir cuando en realidad no buscaba nada porque, simplemente, no había nada dentro de mi mente que pudiera servirme en aquel momento.
Hasta que de pronto, logré decir algo… ¿Que qué dije? No, no me lo pregunten. Me da mucho coraje tan solo recordarlo. Porque sí, fue una estupidez. Una de esas estupideces por las que te arrepientes desde el momento en que la estás diciendo pero, por alguna extraña razón, no puedes detenerla. Y ya está, la dijiste, ya nada puedes hacer.
Y es que lo peor de todo es que mi “pregunta” no fue para nada incómoda u ofensiva, al menos no ante los ojos de los demás, porque yo sé que para ella lo fue. Fue incómoda, ofensiva, hiriente, y más. Y con razón, porque ¿cómo se sentirían ustedes? Están ahí, por coincidencia o quizás por obra del destino, se les presenta la oportunidad de ser cuestionados por alguien especial, y ¿qué pasa? De la boca de esa persona especial sale una tontería, una estupidez, una pregunta que no te causa nada más que decepción…
Porque yo sé que ella esperaba ser cuestionada por algo importante, porque ¿a quién no le gusta que le pregunten cosas importantes acerca de su vida? Y más que esperarlo de cualquier persona, lo esperaba de mí. Esperaba algo bueno de mí… Pero yo me comporté como una tonta.
Puede que tengan razón. Gente importante de mi vida me dijo que si ella se encontraba molesta conmigo por tal cosa, en serio que ella era la estúpida. Yo no sé. No sé si en serio se encuentre molesta. Lo que sí es que desde ese momento la he sentido más fría e indiferente que siempre, como si no quisiese verme a la cara. Quizás sea mi idea, quizás sea mi conciencia que no está tranquila y me hace ver cosas que no son. Pero quizás sí sea cierto, y no me extrañaría que lo fuera.
Sólo me queda por decir que la noche siguiente a aquél suceso, mientras me encontraba recostada en mi habitación, casi a punto de cerrar los ojos para dormirme profundamente, miles de ideas se dispararon en mi cabeza, miles de preguntas que pude haberle hecho a ella. Miles de preguntas que de nada servían porque la oportunidad había pasado, y estoy más que consciente de que no volvería a toparme con una así en mucho tiempo.
Y fue entonces cuando me dio más coraje que nunca. Fue entonces cuando me permití llorar… Por tercera vez en aquél fin de semana.

PD: O quizás la fría e indiferente soy yo...

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