Te sientas en aquella esquina y decides
esperar. Has tenido muchos días malos últimamente y lo que menos quieres es
frustrarte más de lo que ya estás. Por eso optas por aquella distracción. La
música de siempre en tus oídos y la misma mirada perdida te acompañan. La gente
pasa y pasa y te resulta indiferente, sólo hay una cosa que te importa en esos
momentos: verle. Tus amigos llegan,
se sientan a tu lado y comienzan a hablar. No estás interesada, pero sabes que
no es correcto ignorarles, y haces caso, asientes con la cabeza y sueltas una
que otra palabra, pero sin apartar la mirada del otro extremo del patio.
En medio de aquella lluvia de noviembre,
te brilla el mundo. Por fin llega. No traes los lentes contigo pero no son
necesarios, ese caminar lo conoces perfectamente y es imposible confundirle con
alguien más. Le miras detenidamente con ojos bonitos, ¿se cortó el cabello? ¿Y esa mochila es nueva?, piensas.
Sólo sigues con la mirada cada paso que
da. Te has olvidado completamente de quien estaba a tu lado hablando y todo tu
mundo ha girado en torno a aquella persona. No es tu culpa, no es algo que
puedas controlar. Pero una vez que desaparece de tu vista, regresas. Ahora te
sientes culpable, seguramente tus amigos se han dado cuenta de tu momentánea
perdición y no quieres que sientan que no te importan. Así que les miras y
sonríes, y pones especial atención a lo que ahora te dicen. Quizás se pregunten
qué te ha pasado, o quizás ni siquiera les interese, pero sea como sea, no
quieres decirlo. Quererle como le
quieres no es algo que te haga sentir orgullosa… pero al menos le inyecta un
poco de emoción a esos días tan monótonos.
Muy lindo!
ReplyDeleteEs hermosoooo! *-*
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